Santo Domingo.- El baloncesto superior del Distrito Nacional, cuál Doctor Jekyll y Mister Hide, volvió a mostrar sus dos caras ayer en el Palacio de los Deportes Virgilio Travieso Soto: La del deporte que atrae a personas de todas las edades en multitud, pero que al mismo tiempo provoca pasiones desenfrenadas que a veces amenazan con llevarlo definitivamente hasta el abismo.
Eddie Elisma respondió con su mejor partido, cuando más se necesitaba, y con 25 puntos y 14 rebotes condujo al equipo de San Lázaro a una victoria 73-64 sobre el club Rafael Barias para empatar 2-2 la serie final y obligar a un quinto y decisivo partido mañana a partir de las ocho de la noche.
El partido, jugado en la presencia de la primera casa llena en casi dos años, fue incidentado brevemente cuando fanáticos desaprensivos lanzaron hielo y botellas de agua hacia el tabloncillo luego de que el árbitro Reynaldo Mercedes llamara una falta personal a Glen McGowan, refuerzo del Barias, en el último cuarto.
Sin embargo, las cosas empeoraron luego de terminado el encuentro cuando los ánimos se caldearon entre fanáticos, jugadores, policias y militares.
En la cancha, no obstante, fue Elisma, el ganador de cuatro coronas con equipos diferentes, quien impuso su ley al marcar ocho de 15 lances de campo, ocho de 10 lances libres, seis rebotes ofensivos y una serie de canastos que terminaron con la aspiración de los representantes de Villa Consuelo de alzarse con la corona.
El primer cuarto terminó igualado a 16 tantos por equipo. Presentó seis cambios de liderato y tres empates con un duelo entre los refuerzos James Maye, del Barias, quien coló dos triples y Elisma, quien marcó seis puntos en esa parte.
El Barias salió con “todo y gatera” en el segundo cuarto y un rally de 10-2, que incluyó tiros de tres de los reservistas David Zabala y Otto Vantroy colocaron la pizarra a su favor 26-18 con 6:26 minutos por jugar. Los lazareños respondieron con su propia seguidilla de 11-2, liderados por cinco tantos de Hansel Salvador y Elisma cada uno para adelantarse 29-28 a los 3:50. Extendieron su dominio al marcar seis de los últimos ocho tantos, mientras el Barias no conseguía su ritmo ofensivo, sobre todo en sus lances de distancia.
La primera mitad terminó a favor de los lazareños, 35-30, encabezados por los 11 tantos de Elisma y otros ocho de Mawel Soler, quien fue un factor importante ayer con su ofensiva saliendo desde la banca, una de las debilidades mostradas por San Lázaro en la serie final.
LA SEGUNDA MITAD
Al iniciar la segunda mitad, los orientados por José -Maíta- Mercedes ampliaron la distancia hasta 11 puntos (41-30) gracias a dos lances libres de Elisma con 7:08 para terminar el tercer cuarto.
Sin embargo, los barianos comenzaron a ejercer presión defensiva en toda la cancha y aprovecharon algunas bolas perdidas de sus adversarios para acercarse a solo cinco puntos (43-38) con lances libres y canasto de Benito Flores, más encestes de los hermanos Manuel y José Fortuna.
Pero seis puntos de Carlos Paniagua, además de canastos de Josué Abreu y Edwin Carela elevaron la diferencia a favor de los lazareños a 11 (52-41) con 2:07 minutos por jugar en esa parte y llegaron a los últimos 10 minutos del partido con delantera de 56-47.
Comandados por la ofensiva en transición y penetración de Manuel Fortuna, los barianos se pusieron a solo tres puntos (60-57) haciendo uso, además, de su molestosa defensa sobre el piso y velocidad de sus guards. El reloj marcaba para entonces 6:04 para el final del partido.
Sin embargo, un par de canastos de Carlos Paniagua y otro de Elisma despegaron a los lazareños, 66-57 con 4:25 para concluir el partido. Los hombres altos de San Lázaro aprovecharon la salida de McGowan, por cinco faltas personales, y la limitada acción de Juan Araujo y Benito Flores, también cargados de fouls, para imponer su ofensiva.
Una de las faltas impuestas a McGowan por el árbitro Mercedes provocó la ira de gran parte de los miles de fanáticos que se dieron cita y hasta algunos díscolos lanzaron objetos como hielo y botellas de agua a la cancha, mientras los efectivos del órden público, en evidente desventaja numérica, trataban de apaciguar los ánimos.
EL FINAL DEL PARTIDO
Los minutos finales fueron jugados bajo una atmósfera cargada que presagiaba lo que sucedería después. Eddie Elisma fue el mejor por los ganadores con sus 25 tantos y 14 rebotes, Carlos Paniagua marcó 17 con ocho rebotes y Mawel Soler agregó otros 10 puntos.
Benito Flores, desde el banco, encabezó al Barias con 13 tantos y 9 rebotes, Manuel Fortuna marcó 10 puntos con 10 asistencias y su hermano José Fortuna también encestó 10. McGowan, limitado a 18 minutos, terminó con cinco puntos y siete rebotes. Maye, quien se lastimó la pantorrilla en el segundo cuarto y no regresó a la acción, acabó con seis tantos en 11 minutos.
DE LO SUBLIME A LO RIDÍCULO EN PALACIO
Cuando muchos pensaban que el baloncesto superior distrital finalmente regresaba a la vida con su primera asistencia sellada en casi dos años, nuevamente el fantasma de la violencia hizo su aparición para espantar los intentos por revivir el tradicional certamen.
El lanzamiento por parte de una fanática de un vaso lleno de hielo al rebotero de San Lázaro, Carlos Paniagua, desató un feo incidente cuando el jugador se disponía a abandonar la cancha hacia los camerinos. Luego de que Paniagua respondiera la agresión de la dama, agentes del órden público, policías y militares, forcejearon con otros fanáticos, haciendo uso de gas pimienta para someter a los revoltosos.
Esto fue aprovechado por otros antisociales para lanzar hielo y botellas de agua desde la segunda planta de la edificación, muchos de los cuales impactaron en la anatomía de los agentes y otras personas que intentaban llevar algún grado de sensatez ante los penosos actos realizados por algunos individuos, no se sabe bajo el efecto de cuáles sustancias.
Varios conatos de refriega se observaron por toda la cancha, los cuales a medida de los fanáticos iban abandonando el Palacio de los Deportes Virgilio Travieso Soto fueron disminuyendo su magnitud e intensidad. Inclusive se pudieron ver a algunos menores que desde el propio tabloncillo arrogaban objetos e incluso uno estrelló una silla en medio de uno de los últimos desórdenes.
Algunos fanáticos, mientras se iban marchando golpeaban fuertemente las puertas de acceso a la instalación deportiva para descargar su frustración. Una vez más se evidenció el escaso número de oficiales puestos al servicio del torneo ya que son varias veces superados en número por los enfurecidos fanáticos.
Más que un triunfo deportivo parecía que estaba en peligro la seguridad nacional o la independencia del país dada la forma en que respondieron al desarrollo de las acciones sobre la cancha, algunos desaprensivos.