Por: Osvaldo Rodríguez Suncar.-- En días recientes una madre, a quien guardo mucho respeto y admiración, me envió un mensaje vía e-mail, en el cual me señaló que ella hizo que su hijo, quien jugó baloncesto superior aquí y hasta jugó en una universidad de los Estados Unidos, se retirara jovencito como jugador, porque según ella, “me negaba a que fuera víctima de las agresiones”.Esa misma dama me comentó en su mensaje: “No sé cuándo van a aprender que no es una lona de lucha libre la cancha de baloncesto, parece que hay que insistir más en la educación de los jugadores”.
La mujer que así me escribió es una que ha probado su valentía en la sociedad dominicana.
Luego, su acción de hacer que su hijo abandonara el juego, no obedecía a una cobardía.Sus palabras me han hecho reflexionar mucho sobre la violencia que desde siempre ha caracterizado el baloncesto dominicano. Desde la época del parque Eugenio María de Hostos, donde un árbitro llegó a hacer su trabajo con una pistola al cinto.Leer Más